jueves, 11 de julio de 2013

Dejó una secta de artes marciales y probó el budismo: una experiencia demoníaca le cambió


Todo su entrenamiento no le podía salvar

Dejó una secta de artes marciales y probó el budismo: una experiencia demoníaca le cambió


Tomek sintió que era expulsado fuera de su cuerpo por un poder maligno


Tomasz (Tomek) es un polaco que estuvo alejado de Dios desde su adolescencia en los años 90 hasta 2010, cuando volvió a la Iglesia. 

Su itinerario fue accidentado: varios años en una secta que le captó usando su amor por las artes marciales, después unos años de vida hedonista, y unos cuantos años más tanteando el budismo. Una noche, una experiencia con lo diabólico le impactó tanto que él, un tipo duro forjado en la lucha y las artes marciales, reconoció que necesitaba a Dios como Señor y Salvador.

Películas de Bruce Lee a los 15 años
Tomasz se crió en una familia católica polaca, creciendo en su adolescencia en una Polonia que dejaba atrás la pesadilla comunista. A los 15 años él era muy aficionado a las películas de artes marciales, especialmente las de Bruce Lee. Estaba paseando de noche con unos amigos del barrio, cuando se les acercó un adulto, un tal Robert "el Verde", conocido en la zona como maestro de artes marciales. Llevaba algunas herramientas de gimnasio de estas artes. 

"Se puso a hablar con nosotros como se habla con gente mayor, y eso nos impresionó muchísimo. Nos propuso que fuéramos con él a entrenar". Y así lo hicieron: pero eran entrenamientos muy duros, lo que hacía desistir a los débiles. "No pagábamos por los entrenamientos; hoy me extrañaría, porque un entrenador casi siempre pide pago de las sesiones por adelantado".

Una granja para aprender kung fu
Robert les llevó al cabo de un tiempo a la granja de un amigo. Allí, si ayudaban con algunas tareas, podrían recibir más entrenamiento. Sería su "monasterio shaolin", como en la película Kung Fu. Primero acudían los fines de semana. Luego en jornadas de varios días. 

A los padres de Tomek les parecía bien, porque veían que su hijo hacía gimnasia, que no fumaba ni bebía ni iba de discotecas, y fortalecía su cuerpo y carácter. Y es que las reglas de los maestros insistían en comer "comida sana", no beber alcohol, y en la disciplina. 

Después descubrió que así como él era discípulo de Robert, éste lo era de Andrzej, el dueño de la granja, que a su vez lo era de un tal Roman, en Varsovia.

Trucos para "controlar la energía"
Robert y Andrzej les hablaron mucho de controlar "la energía". "Nos enseñaban trucos como quebrar alicates con las manos o aplastar nueces con los dedos. Lo veía con mis propios ojos y esas cosas me impresionaban". 

Al principio el joven Tomek aún seguía yendo a misa, y de hecho Robert, su maestro le acompañó en algunas misas para jóvenes, pero "Robert nunca hablaba de Dios, sólo hablaba de ´sistema´, de un ´sistema´ que nos apoyaba y llenaba de energía cósmica", recuerda Tomek. Pronto el joven dejó de asistir a la iglesia.

Pasaron unos 5 años, Tomék era un buen alumno, y la mano derecha de Robert. Y entonces unos amigos le mostraron una historia salida en la prensa acerca de una secta que captaba jóvenes mediante clases de artes marciales. En su testimonio de 2012 en la revista "Amaos" Tomek no lo especifica, pero probablemente se trataba del artículo de los periodista J. Jabrzyk y B. Kittel en el diario "Rzeczpospolita" del 10 de junio de 2005 titulado "El club de la lucha". Un tal Roman Danilewicz, alias "Kundalini" (llamado así por la serpiente mística de energía del yoga) era el líder de la secta... y el maestro de Andrzej. 

El objetivo de la secta no estaba muy claro: parece que buscaba usar jóvenes como trabajadores, lograr financiación pública con actividades sobre "diálogo de civilizaciones", y apoyar ciertas causas políticas. 

El maestro con "poderes curativos"
Robert convenció a Tomek para que no se fuese del grupo. Conoció así al propio Maestro Kundalini. "Tenía unos 60 años, era físicamente muy diestro, y se decía que curaba a la gente con energía cósmica. Uno de mis amigos vio con sus ojos que curaba de cáncer a una mujer. Se supone que de joven el mismo Kundalini padeció una enfermedad incurable, pero se inició en el yoga y se curó mediante una iluminación, aprovechando la fuerza de su propia voluntad", señala Tomek en su testimonio.

Le costó varios años más dejar ese grupo, en cuyas empresas trabajó, a menudo 24 horas al día junto a Robert, su maestro, en viajes de negocios. Pero finalmente consiguió dejarlo. Artículos que leería después le convencerían de que había salido bien parado de un grupo peligroso.

Sexo y hedonismo
Fuera de la secta, Tomek tomó un ritmo de vida egoísta y hedonista, aunque tenía un deseo aún profuno de "ser buena persona". Se enamoró de una mujer casada y se lió sexualmente con ella durante unos 4 años, sabiendo que estaba mal. hecho. 

Pero se daba cuenta de que ni su vida profesional en las artes marciales ni su vida sentimental le daban felicidad. Por primera vez, en muchos años se dirigió a Dios y le preguntó por qué era tan infeliz. 

"Creo que Dios contestó a mi pregunta, porque algún tiempo después rompí con esa mujer y conocí a Gosia, la que ahora es mi esposa. Mi vida empezó a cambiar un poco". Por ejemplo, antes de casarse por la Iglesia fue a confesarse. Era su segundo trato con Dios. Parecían entrar en una etapa positiva: tenían un hijo, un piso, un coche y estaban juntos. 

Salir del cuerpo y "flotar"
Pero estaban lejos de Dios. Él ahora exploraba tres cosas: el budismo, la "energía" oriental y una práctica espiritual: "salir de mi propio cuerpo, lo conseguí tres veces". A su esposa le parecía algo peligroso. "Yo no veía nada peligroso, me parecía que volando y rodando por el más allá podía conocer un mundo distinto, enterarme de lo que sería de nosotros tras la muerte. Pero no dejaba sitio a Dios en mi vida". 

Tomek leyó casi todos los libros que encontró del Dalai Lama y pensó que el camino budista y la reencarnación parecían tener sentido. 

Fue justo antes de ir a un retiro espiritual católico con su esposa en un convento, por insistencia de ella.  Allí les predicaron sobre la oración del Nombre de Jesús: "Señor Jesucristo, ten piedad de mí, pecador", una oración breve que se repite y medita. Fue allí donde vivió la experiencia que le transformó. 

Lo demoníaco en la noche
"Llegó la noche. Me acosté para dormir, y sentí que algo me atacaba, como intentando sacarme de mi propio cuerpo. Tengo que decir que siempre quise ser luchador, que era un tipo duro y valiente, pero en ese momento, quizás por primera vez en la vida, estaba asustado como un niño pequeño. No sabía qué era. Empecé a luchar contra esa fuerza, hasta que al fin y al cabo logré librarme de ella y me senté en la cama."

"De repente me di cuenta de que mientras estaba sentado, mi cuerpo seguía estirado detrás de mí. Me horroricé. Me retiré a mi cuerpo y abrí los ojos. Era la una de la noche aproximadamente."

"Cada vez que intentaba cerrar los ojos, algo empezaba a desgarrarme, hasta que al fin vi un lobo que saltó desde debajo de la cama, se echó sobre mí, y empezó a devorar mis órganos internos. Yo, luchador, tenía un miedo terrible. En un momento me desperté y me puse a rezar a Jesucristo con las palabras que nos propusieron en el retiro. ¡Señor Jesucristo, ten piedad de mí, pecador! Y añadía mis propias palabras: ¡y defiéndeme! Por primera vez en mi vida pedía a Cristo que me defendiera".

"Todo desapareció, como si alguna fuerza invisible de verdad me hubiera protegido. Estoy seguro de que en ese momento el Señor Jesús me salvó la vida. Me tocó y me liberó de todo lo que me causaba dolor desde hacía años, aunque no había sido consciente. La noche siguiente dormí bien. Esos dos días en el convento me cambiaron. Hoy me doy cuenta de que no soy tan fuerte como parecía, y que sin Jesús no soy capaz de hacer nada". 

Energías, salir del cuerpo...¡peligro!
Tomek termina su testimonio con una adventencia: "no hagáis experimentos con ninguna energía, con salir del cuerpo o cosas parecidas, es muy peligroso y conduce a la posesión demoníaca. Cuando me confesé de ese pecado esa misma noche sentí que estaba flotando en el aire y oí a alguien hablarme: flota, flota, y verás lo bueno que es". 

omek previene contra la tentación de volver a esas prácticas y avisa de que nada es comparable con estar cerca de Dios, "lo más importante de nuestra vida".

P. J. Ginés/ReL   

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